El torero Pepe Luis Vázquez Garcés falleció la tarde de ayer en Sevilla a los 92 años. El maestro Pepe Luis fue ingresado la madrugada de ayer y falleció por complicaciones propias de su avanzada edad.
El maestro sevillano fue un referente del Toreo, y un icono de distinción y torería para la Tauromaquia. Pepe Luis nació en el año 1921 en el conocido barrio de San Bernardo de la ciudad andaluza.
Anoche se instaló la capilla ardiente en el Ayuntamiento de Sevilla donde está siendo velado por los familiares y desde esta mañana se abrirá para que el público pueda despedirse del Maestro, hasta mañana martes, a las 10: 00 horas cuando se oficiará el funeral en la Iglesia de San Bernardo y desde allí será trasladado al Cementerio de San Fernando.
La Unión de Criadores de Toros de Lidia desea transmitir su más sincero pésame a la familia y amigos de Pepe Luis Vázquez. Descanse en Paz.
BIOGRAFÍA (Fuente: Aplausos.es).
Pepe Luis Vázquez Garcés nació en el barrio sevillano de San Bernardo el 21 de diciembre de 1921. Vistió por primera vez de luces en Algeciras el 18 de julio de 1937, estoqueando con Antonio Bienvenida becerros de Gallardo. El 5 de junio del año siguiente debutó con caballos en Sevilla, con Manolete y Calderón como compañeros de terna y, de nuevo, reses de Gallardo. La presentación en Madrid llegó el 13 de julio de 1939, alternando en la lidia de utreros de Domingo Ortega con Mariano García y Félix Almagro, que resultaría cogido y muerto aquel día. Tomó la alternativa en Sevilla el 15 de agosto de 1940, de manos de Pepe Bienvenida en presencia de Rafael Vega de los Reyes «Gitanillo de Triana». Se doctoró con «Sabihondo», de Curro Chica. Aquella ceremonia le fue confirmada en Madrid por Marcial Lalanda el 20 de octubre de aquella misma campaña, despachando en esta ocasión a «Carmoneño», de Bernardo Escudero, con Rafael Ortega «Gallito» completando la terna. El festejo fue suspendido por lluvia a la muerte del tercer toro.
En 1941 quedó situado a la cabeza de los matadores, toreando 68 corridas con éxito, sumando 83 paseíllos en 1942 y 54 en 1943, siendo gravísimamente herido en la cara por un toro de Escobar en Santander. En 1944 -36 actuaciones- sufrió en Madrid una lesión ósea que le tuvo apartado de los ruedos un tiempo; viajando durante el invierno a México, presentándose en la plaza de El Toreo el 17 de diciembre. En 1945 fue contratado en España en 46 ocasiones, marchando de nuevo a tierras aztecas para, de regreso, actuar en 56 tardes en 1946 y 46 en 1947, año de la mortal cogida de su amigo y rival Manuel Rodríguez «Manolete».
En la misma tónica se muestra en los años 1948 y 1949, presentándose en este último ante la afición peruana y es a partir de 1950 cuando reduce considerablemente su número de compromisos. Nueve corridas, dos de ellas en Venezuela, toreó en aquel 1950 y algunas más, un total de 30, en 1951. Sólo vistió de luces una vez en 1952 y en 1953, después de haber toreado una única corrida en Toledo el 29 de marzo, anuncia su retirada. Aquel adiós no fue el definitivo, pues reapareció el 1 de mayo de 1959 en Barcelona, gozando los aficionados de su maestría en 19 festejos que concluyeron el 20 de septiembre en Las Ventas, donde salió por última vez a un ruedo vestido de torero en compañía de su hermano Manolo y Curro Romero en la lidia de cinco toros de Juan Antonio Álvarez y una de Manuel García-Aleas.
Sus hermanos Manolo, Rafael, Antonio y Juan y sus hijos Pepe Luis, Ignacio, Juan Antonio y Rafael Vázquez Silva también fueron toreros.
En 1998 recibió el reconocimiento de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en base a que fue «un torero excepcional, y en su línea sevillana de garbo, gracia e inteligencia, acaso el más sobresaliente que ha conocido la afición española de los toros en cualquier tiempo. Su arte cristalino de puro claro estaba regido por una cabeza serena e inteligente, que impidió siempre que intentara nunca más de lo que pudiera lograrse en las faenas, pero nunca puso coto a estos logros, y faenas suyas pueden quedar como ejemplo de hasta dónde ha podido llegar la belleza y la gracia en el toreo y cuál es el límite de la emoción propiamente estética que admite”.