Real Unión de Criadores de Toros de Lidia

Reto de Santi Ortiz al antitaurino Jesús Mosterín a demostrar sus tésis sobre el toro bravo

      

El profesor y matador de toros, Santi Ortiz, ha retado públicamente al profesor antitauino Jesús Mosterín a que demuestre experimientalmente su tesis sobre el artículo publicado en la revista Leer (nº 214, julio y agosto de 2010), según publica Burladero.es.

En el texto, «Farsas y los mitos de la tauromaquia» el profesor de Investigación del Instituto de Filosofía del CISC lanza afirmaciones sobre el toro de lidia faltas e impropias de un pensador de prestigio.

En respuesta a ese artículo Santi Ortiz envió una carta al portal de información taurina Burladero.com que se reproduce a continuación:

Haciéndome eco del malestar producido entre los amantes de la fiesta de los toros por las continuadas mentiras y falacias que sobre ella viene vertiendo el profesor de Investigación del Instituto de Filosofía del CSIC, Jesús Mosterín, me veo en la obligación de salir al paso de tan descarada campaña de difamación para frenar lo que considero una tergiversación inadmisible de la realidad.

Como ejemplo, tomaré algunas de las frases que el profesor Mosterín se permite escribir en su artículo ‘Farsa y mitos de la Tauromaquia’, publicado en el nº 214 (julio-agosto 2010), de la revista literaria ‘LEER’, en cuyo texto -salpicado de errores históricos garrafales-, el Sr. Mosterín afirma que:
 
1º) «El primer mito es el de la presunta agresividad del toro. El toro español no sería un bovino de verdad, sino una especie de fiera agresiva, un «toro bravo». Como rumiante que es, el toro es un especialista en la huida, un herbívoro pacífico que sólo desea escapar de la plaza y volver a pastar y rumiar en paz».
 
2º) «Al salir al ruedo, el toro, siguiendo su tendencia natural, se quedaría quieto o se quedaría de cara a la puerta cerrada», si no fuera, continúa, porque, para evitarlo, antes «se le clava la divisa».
 
3º) «El segundo gran mito es que el torero corre un gran riesgo toreando a un animal de tamaño mucho mayor que él. De hecho el riesgo del torero es mínimo. Toda la corrida es un simulacro de combate, no un combate.»
 
4º) «El torero se acerca para que el toro no lo vea, no para mostrar valor, y el mayor riesgo que corre es el de ser herido por las banderillas.»
 
5º) «Cuando el torero se arrodilla ante el toro en una pose de teatral coraje, en realidad no corre ningún peligro, pues el toro lo interpreta como un gesto de sumisión que le impide atacarlo.»
 
Ante tales consideraciones, yo, Santiago Ortiz, mayor de edad y en pleno uso de mis facultades mentales, reto públicamente a Jesús Mosterín para que, en virtud del racionalismo y espíritu científico de esa Ilustración que él tanto invoca y a la que me sumo, demuestre en la práctica las aseveraciones que se permite formular acerca de la no agresividad del toro de lidia y de la inexistencia de riesgo para el hombre que se le ponga delante de no mediar esa «panoplia de torturas a las que se somete» al animal.
Para lo cual propongo:
 
1º) Que el señor Mosterín, acompañado de personal de su confianza, se traslade conmigo, y ante los medios de comunicación que deseen estar presentes, a una ganadería brava de cuyo propietario se haya obtenido el correspondiente permiso (de lo cual yo me encargo).
 
2º) Que, una vez en ella, los vaqueros de la finca encierren un toro en un corral abierto y lindante con la placita de tientas. Toro que será custodiado por el personal del señor Mosterín para garantizar que nadie le moleste o incurra en cualquier tipo de «torturas» para irritarlo.
 
3º) Que transcurrido un tiempo razonable, con el beneplácito del profesor Mosterín se le abra al toro la puerta de la plaza, dirigiéndole a ella y se le encierre dentro.
 
4º) Que en la plaza no se someta al toro a castigo alguno. No habrá, pues, divisa, varas ni tampoco banderillas, éstas sobre todo para no poner en peligro la integridad física del señor Mosterín.
 
5º) Que el señor Mosterín se comprometerá a esperarlo en el ruedo; cosa que se supone llevará a cabo sin el menor riesgo, ya que, si como él mantiene «dos no pelean si uno no quiere», menos pelearán en este caso, pues serían ambos -el pacífico bovino (según Mosterín) y el propio filósofo- los que no desearían la pelea.
 
6º) Si por cualquier casualidad, se observara cierta irritación en el toro, tampoco deberá ser esto motivo de alarma, pues, poniéndose el señor Mosterín de rodillas, el animal aceptaría el gesto como de sumisión y acatamiento y renunciaría a embestirle, como el profesor afirma. Eso es todo.
 
Aceptando este reto, el profesor Mosterín tendría una oportunidad única para demostrar experimentalmente la veracidad de sus afirmaciones, cosa que de cumplirse no sólo me obligaría a reconocer públicamente mi error y a expresarle del mismo modo mis disculpas, sino que otorgaría a la causa antitaurina una fuerza y credibilidad extraordinarias. En caso contrario, el señor Mosterín estaría obligado a desdecirse públicamente de sus afirmaciones y reconocer que éstas no se atienen a la verdad.
 
Ahora bien, si el señor Mosterín rehusara recoger este guante, no sólo ratificaría mis sospechas de que es un simple embaucador, sino que quedaría por embustero (también por cobarde) ante todas las personas de buena voluntad que han venido creyendo en sus palabras.
 
Sr. Mosterín, el reto está lanzado. Ahora le toca a usted mover ficha.
 
Fdo: Santi Ortiz