El dramaturgo y creador vanguardista Salvador Távora escribe hoy en el diario La Vanguardia un artículo que se posiciona contra la decisión tomada por el Ayuntamiento de Barcelona de declarar a la Ciudad Condal, ciudad contraria a las corridas de toros. Távora lleva colaborando durante muchos años con la Feria de Mundial del Toro de Sevilla, co-organizada por FIBES y por la Unión de Criadores de Toros de Lidia, en la puesta en escena de uno de los espectáculos centrales de la feria que tantos éxitos ha obtenido en éste y en años precedentes. Además, hay que decir que a su cargo han estado obras artísticas, en las que ha logrado fusionar la escena teatral con el escenario y los protagonistas de la Fiesta de Toros.
A continuación reproducimos un extracto del artículo que publica hoy en el diario catalán y cuyo titulo es elocuente: La violencia de los antitaurinos
Barcelona, ciudad antitaurina. Así lo ha declarado, respaldado por un coro de voces protectoras de los animales, un sector de la clase política catalana, arrollando el respeto y consideración que merecen las opiniones contrarias, aunque hoy sean, dentro del recinto municipal catalán, minoritarias. En una sociedad que se pretende progresista y democrática es un atentado verbal, aunque le asistan todos los derechos que emanen de un pleno municipal, hablar tan categóricamente, en nombre de toda una ciudad. Con esta declaración, hoy entiendo algo más de aquella polémica prohibición, años atrás, de la lidia reglamentaria de un toro en la plaza Monumental dentro del espíritu argumental de mi obra dramática “Carmen”. Yo creo que detrás de la prohibición se escondía toda una estrategia contra las corridas y un temor de que éstas, caso de poder erradicarlas, fueran sustituidas por espectáculos con gran poder de convocatoria donde el Arte dramático fuera ganándole espacio a los tercios actuales de la lidia, y se instalara en ellos, con más belleza y arte que sangre, una contemplación sublimada del toro y del caballo como animales indiscutiblemente emblemáticos de la cultura mediterránea.[…]
Aspirábamos y aspiramos a hacer, paulatinamente, desde el ruedo, con el arte como vehículo, lo que no es de derecho hacer aplastando costumbres y tradiciones amparándose en leyes inadecuadas. Se habló en aquella prohibición, también desde Barcelona, en nombre de los criterios antitaurinos de toda la sociedad catalana. A pesar de que con anterioridad en Tarragona, con su plaza de toros llena, tuvimos la emotiva respuesta del público con una ovación final de más de veinte minutos y los elogios de la prensa en sus portadas al día siguiente, 15 de agosto de 1999, declarando a nuestra “Carmen” con la lidia de un toro indultado reglamentariamente por su belleza y bravura, como uno de los espectáculos más importantes en la historia del arte dramático en aquella capital catalana.[…]
Hoy tras los titulares en los medios acerca de la proclamación del antitaurinismo barcelonés me inquieta una reflexión: ¿será la terminología empleada “antitaurinismo” una ligereza más del vocabulario violento de un sector de la administración catalana sólo contra las corridas de toros, o será concienzudamente una proclamación “anti” todo cuanto rodea la figura del toro en nuestra cultura milenaria? Si resulta ser este segundo supuesto estamos ya encogidos pensando en la posible suspensión de nuestro estreno en Barcelona el próximo 12 de mayo en el teatro Victòria con el espectáculo que estrenamos en Peralada, por la aparición escénica, entre otros signos estéticamente emotivos, de dos artísticas esculturas de toros mecánicos como dos imágenes más enraizadas en nuestra historia.
Y terminaré diciéndole a ese sector de la Administración catalana y al coro de voces que le apoyan y que machacaron con violencia mis impulsos creativos, que mi reflexión cultural sobre el proceso artístico y social de las corridas de toros no era ni es un caprichoso experimento dramático, sino que ante el hecho real del futuro de una sociedad respetuosa con costumbres y tradiciones que jamás podrá prohibir, si en verdad es libre y democrática, las corridas de toros, es justo ejercer el derecho de desarrollar una política de humanización de las mismas, que será posible cambiando las formas con riguroso respeto a su historia estética y emotiva hasta conseguir erradicar el derramamiento de sangre innecesaria, para elevarlas, definitivamente, introduciéndoles otras artes populares, a la categoría de cultura dramática mediterránea.
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