Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Antonio Sánchez, de los “murubes” a los “núñez”
En esta ocasión, en nuestro viaje por la ruta de la plata, ponemos rumbo a una de las fincas con mayor solera de Extremadura, La Cristina, una preciosa finca de encinar y sierra que sirve de hogar a los bravos toros de ‘Alcurrucén’. Allí, en pleno valle de Táliga, a trece kilómetros del pueblo pacense de Olivenza se encuentran los núñez de los hermanos Lozano, junto a Antonio Sánchez y Sánchez, el mayoral de toda la vida. Antonio lleva treinta años recorriendo las mismas piedras, las mismas encinas, los mismos pastos y siempre viendo toros, cientos de toros, en pro de la afición, la lealtad y el amor a una profesión que parece resistirse al tiempo y a las modas de hoy.
LOS COMIENZOS
Antonio era el mayor de tres hermanos y su padre llegó a ser un conocido domador de bueyes. Nació en la pequeña localidad de Orellana de la Sierra, provincia de Badajoz, hace cincuenta y tres años, y desde la infancia adquirió una gran afición al campo y al caballo. La afición al toro llegó casi de casualidad. Por aquel entonces su familia trabajaba en las tierras de regadío de Zurbarán y su tía Joaquina era el ama de llaves del ganadero de bravo Félix Cameno en la fincaLa Cristina. El ganadero pronto valoró las dotes como jinete de Antonio y no dudó en contratarle como nuevo mayoral, cuando éste contaba con dieciocho años de edad.
TRES ESCUELAS DISTINTAS
Aún recuerda con claridad sus tres etapas ganaderas, como si no hubiese pasado el tiempo por ellas. La primera aconteció con el mencionado Félix Cameno, aquel criador de ganado murubeño, de origen burgalés, que fue gran amigo de Manolete y Antonio Urquijo. Con él, asegura Antonio, aprendió todo lo que sabe sobre la crianza del toro bravo. En esta finca vio tentar a diestros de la categoría de Camino, Paquirri, Paco Alcalde, junto a otros maestros del toreo de la década de los años setenta y ochenta. ¡Cuantas conversaciones taurinas junto a don Félix hasta las cuatro de la mañana a la luz de la lumbre en La Cristina! Una de las anécdotas más divertidas fue cuando vendieron una corrida de toros por 250.000 pesetas a la plaza de toros de Cáceres, siendo empresario el diestro Luis Alviz, en el año 75. El resultado fue penoso, no embistió ni un toro y el gerente recriminó al ganadero. Éste, de forma irónica, respondió con esta frase genial: “Con lo que te ha costado la corrida, ¿querías que te embistiera y todo?”. Pero también recuerda emocionado Antonio aquella su inolvidable primera salida a hombros, en el año 75, en la Plaza de Toros deMérida, junto a Paquirri, Alcalde y Arruza. En aquella corrida se cortaron once orejas y dos rabos.
La segunda etapa fue con el ganadero y rejoneador colombiano Dairo Chica. Quizás esta sea la más breve de todas, ya que apenas recuerda con tristeza el embarque de sus murubes en el aereopuerto de Lisboa rumbo a las tierras cafeteras. Finalmente llegaría la etapa con los hermanos Lozano, quienes aunque todavía hoy conservan algo de Murube, decidieron vender la mayor parte de la entonces denominada ganadería El Madrigal. Fue en 1987 y el comprador fue el ganadero salmantino José Manuel Sánchez, propietario ya entonces de los patas blancas de Sánchez Cobaleda. La ganadería El Madrigal pasó a anunciarse con el nombre de Castillejo de Huebra
“LA CRISTINA” Y LOS HERMANOS LOZANO
Pablo Lozano solía ir a La Cristina a comprar camadas enteras a Félix Cameno. Fue entonces cuando Antonio trabó conocimiento con la familia Lozano, pero fue en 1984 cuando comienza Antonio una nueva andadura con un encaste diferente: el de Núñez. Un encaste éste que, como apunta su mayoral, es más noble en el campo que los propios murubes. Antonio afirma que los murubes también son pacíficos y nobles para el manejo en el campo, pero sin lugar a dudas son más proclives a embestir al caballo, e incluso a perseguirlo en el campo. Por eso son tan buenos para las corridas de rejones.
Actualmente, en las 260 hectáreas de La Cristina destinadas a la cría del ganado bravo, comparten cabida unas doscientas cabezas de toros bravos, que llegan aquí desde que son utreros; y cerca de cincuenta cochinos de montanera. En las otras fincas de la ganadería, como son las cacereñas de Egido Grande y La Mundiona, se encuentran los becerros para herrar y las vacas con los novillos, respectivamente. La ganadería de Alcurrucén, junto a la de los Hermanos Lozano, comparten veintiséis sementales y algo más de la treintena de familias de vacas para obtener los toros de corridas. Nombres de sementales como Fusilero o Afanoso (éste último, indultado en la Feria de San Sebastián de los Reyes de 2002) son los máximos exponentes de calidad y éxito de esta casa. Algunas de las familias de vacas con más solera de la ganadería son las de lashortelanas, manchegas, gaiteras o violinistas, entre otras muchas.
Un día de campo con Antonio comienza a las ocho de la mañana, que es la hora de su llegada a la finca desde Olivenza. Es precisamente tras la llegada a La Cristina cuando acude a la cuadra en compañía de sus compañeros, Andrés Flores Barragán y el hijo de éste, José Andrés, y prepara los caballos para dar la primera vuelta al ganado. A lomos de Remate, su caballo castaño, observa los toros heridos en peleas, los enfermos, el estado de las alambradas, mientras que sus compañeros van echando de comer al ganado en los catorce cerrados en que se divide la finca. A las dos se detiene el trabajo para almorzar y se continúa sobre las cuatro de la tarde para terminar con la última vuelta a caballo.
LOS NÚÑEZ DE “ALCURRUCÉN”
“Nuestros toros, dice Antonio, son bajitos y recogidos de cuerna, aunque ya de erales están gordos y bien criados, con ligeras diferencias de tipo de pitones, según tiren más a la de Rincón-Mora Figueroa y otros a la de Villamarta, pero siempre dentro del mismo patrón de toro bonito. Los tenemos de capas muy variadas. Están los colorados ojo de perdiz, negros mulatos, castaños, y hasta tenemos este año un ensabanado. Su comportamiento en la plaza es muy frío al principio, aunque luego vayan de menos a más. Estos toros hay que fijarlos bien y luego cruzárselos en la muleta. Este encaste mete muy bien la cara y deja que los toreros los toreen a gusto”.
Todos recordamos las grandes faenas de este hierro, como las recientes de los diestros Miguel Báez “El Litri” en el 97 con Gaitero o la de José Tomas con Corchito en la misma corrida. También, la de éste mismo torero, el año pasado, con Ringollano. Sobre todo quisiera hacer hincapié en los dos toros del diestro de Galapagar, ambos en la Feria de San Isidro. Dos faenas distintas a dos toros distintos. La primera fue la faena que le daría a José Tomás su primera salida a hombros en la Ventas La segunda fue la que le consagró como máxima figura, ante un toro serio por delante aunque de juego imposible, peligroso y, como me apunta Antonio, con “mucha guasa”. La quietud de José Tomás frente a la cara del toro fue sobrecogedora, llegando incluso a darnos la sensación a todos de que se había olvidado de su propio cuerpo.
por Ignacio de Cossío
Fotos: Alberto Simón y Archivo UCTL