Resumen
Recientemente se ha formado un grupo de trabajo multidisciplinar promovido por la ganadería de Manuel Pío García Fernández – Palacios, con más de 50 años de historia, y perteneciente a la UCTL. Este grupo pretende abordar el ámbito de la evaluación de la bravura, integrando los conocimientos derivados de la actividad práctica ganadera con los conocimientos científicos procedentes de los entornos profesional y universitario. El presente artículo presenta, de manera integrada, las aportaciones que desde ámbitos tan distintos como las ciencias del comportamiento, las ciencias de la salud y la práctica profesional veterinaria se pueden realizar a la evaluación de la bravura.
En primer lugar se exponen los fundamentos que llevan a considerar la conveniencia de evaluar la bravura de una manera científica. Para ello se revisarán los principales aspectos de la selección del ganado de lidia, subrayando la importancia del tentadero así como las ventajas e inconvenientes del sistema por el que los ganaderos tradicionalmente han venido evaluando y clasificando al ganado de lidia. Posteriormente se analizan las ventajas de utilizar un sistema de evaluación estandarizado sometido a criterios de calidad. Finalmente, se fijan los objetivos que se persiguen con el diseño de una escala de evaluación de la bravura, así como la metodología seguida en el estudio.
Introducción
La mayoría de las especies animales que viven en entornos naturales han ido evolucionando según el proceso de selección natural (Darwin, 1859) y de otros mecanismos secundarios como el de la selección sexual y el principio lamarckiano de que el uso y desuso de los órganos de un individuo influyen en la herencia que el individuo transmite a su progenie (Boakes, 1989).
En la evolución de muchas especies, incluidas las especies llamadas domésticas, y de manera especial en la actividad ganadera, la mano del hombre ha intervenido seleccionando de manera artificial ciertas características fenotípicas en función de principios genéticos, prácticos y comerciales.
En concreto en la especie bovina de lidia, principalmente en nuestro país, han venido seleccionándose a lo largo de más de dos siglos determinadas características en función de caracteres fenotípicos y de comportamiento, presuponiéndose la heredabilidad de ambos caracteres, los físicos y los comportamentales. Aunque la heredabilidad de los caracteres físicos resulta incuestionable y es estudiada con profundidad por las ciencias morfológicas, el estudio de la herencia de los caracteres comportamentales se dificulta por necesaria mediación de factores neurofisiológicos (Rodriguez Delgado, 1984) y ambientales, éstos últimos difíciles de controlar. El desarrollo del proceso selectivo y el entrecruzamiento de sangres ha resultado en la existencia actual de múltiples ganaderías, un buen número de ellas caracterizadas por unos rasgos físicos y comportamentales estables y bien definidos que han sido descritos con claridad por Domecq (1969).
Es a mediados del XVIII cuando José Vicente Vázquez, tras agrupar reses de diversas ganaderías, procuró sacar un tipo «único y uniforme» mediante la selección y la consanguinidad. De este modo se implantó y sistematizó la tienta de las hembras. Se trata de una «experiencia científica», por la cual se comprueba cómo «el dolor no detiene la acometividad. De ahí el «número de puyazos, un índice de bravura» (Domecq y Díez, 1985).
En este sentido y utilizando el tentadero como método de selección, los ganaderos han librado un pulso a los mecanismos de selección natural y al instinto de supervivencia, preservando precisamente a aquellos ejemplares que van en contra de dicho instinto de supervivencia, aquellos que se crecen ante el castigo, conservando la acometividad hasta la muerte. Asimismo, este proceso de selección se ha visto influenciado por la evolución y desarrollo que ha sufrido el concepto del toreo durante las últimas décadas.
Método de selección
El método de selección ha variado poco desde los comienzos de ésta (la selección) en el ganado de lidia. El tentadero de hembras y machos sigue siendo el método más eficaz para evaluar las potencialidades que tiene un ejemplar para transmitir bravura a su descendencia. El comportamiento durante la lidia de los descendientes de los ejemplares tentados, constituye el resultado que obtiene el ganadero y su principal mecanismo de autocorrección en el ámbito de la gestión y control de la ganadería. Una primera dificultad de la actividad ganadera surge en la medida en que los resultados de un ejemplar reproductor, ya sean estos positivos o negativos, tardan en constatarse una serie de años, con todos los riesgos y costes que ello conlleva.
La plaza de tientas se convierte así en el «laboratorio» (Popelin, 1966) desde el que se depura y selecciona la bravura. Una característica intrínseca a la prueba de la tienta es su irrepetibilidad, en la medida en que este test supone la pérdida de la «virginidad de la acometida», aprendiendo el animal durante la misma una serie de comportamientos que invalidan cualquier prueba posterior.
La tienta de un ejemplar es, por tanto, un proceso único e irrepetible que dura tan sólo unos 20 minutos y que no puede prolongarse más allá de lo que dura la energía del animal. Además, durante la tienta todo sucede de manera muy rápida, siendo un proceso que no se puede detener ni posponer, exceptuando algunas pausas breves para que, bien el animal, o bien el lidiador, tomen aire. Al final de la tienta, el ganadero tiene que decidir de manera irrevocable si el destino del animal será la reproducción, la venta a otra ganadería o el matadero.
Todo esto nos lleva a considerar la importancia que tiene el llevar a cabo un registro exhaustivo de las observaciones que realiza el ganadero durante la tienta (extrapolable asimismo a la lidia) y de todo cuanto acontece a lo largo de este proceso. Cada vez es más frecuente el uso de la videograbación en la medida en que posibilita un análisis más detenido del comportamiento. No obstante, la medida de los caracteres comportamentales es compleja y su dificultad ha sido subrayada recientemente por Vallejo y Cols. (2001).
Sistema tradicional de evaluación y registro
Tradicionalmente, para valorar el comportamiento del animal en el tentadero se viene utilizando un sistema de evaluación sencillo y práctico, según el cual se califica al animal primero en el caballo y luego en la muleta mediante códigos categoriales como por ejemplo superior, muy bueno, bueno, regular, malo y muy malo. Otros ganaderos utilizan otros códigos como semental, toro, novillo y desecho, llegando algunos incluso a subclasificar el desecho como bueno, regular o malo. Hay ganaderos que complementan o alternan esta calificación con una escala del 1 al 10, así como con la recogida de notas referentes al comportamiento del animal durante la prueba. Conviene resaltar que algunas notas sobre el comportamiento durante la tienta condensan en muy pocas palabras una extraordinaria cantidad de información, utilizándose unos términos y giros que tienen una gran riqueza literaria.
No obstante, este sistema tradicional presenta una serie de limitaciones. Una primera sospecha de dificultad radicaría en la precisión con la que se clasifican a los animales, es decir, si un mismo animal fuera puntuado, por ejemplo, por el carácter bravura, señalado en distintos apartados, y que en cada una de ellas obtuviera una nota diferente, estaríamos ante un verdadero problema para manejar esa variable desde un punto de vista de la selección genética (Cañón y Cols., 1998).
Otro inconveniente se refiere a que, al ser un sistema global y abierto, la probabilidad de que se pasen por alto, aspectos importantes a evaluar es alta, resultando un registro incompleto. Además, el proceso de búsqueda y procesamiento de información no cuantitativa registrada de forma manual puede resultar difícil, sobre todo si se compara con un proceso de búsqueda informatizado.
Una tercera limitación se refiere a los sesgos que se pueden producir a la hora de puntuar. No pocos ganaderos, con los años de dedicación, pueden sufrir un proceso de endurecimiento selectivo o de relajación, por lo que, por ejemplo, una nota de 5 actual podría equivaler a una nota de 7 o de 4 de hace varios años. Adicionalmente, el proceso de evaluar también está sujeto a componentes subjetivos. Así, por ejemplo, en un mismo tentadero la nota que se otorga a la vaca tentada en quinto lugar puede verse influenciada por el comportamiento presentado por las cuatro vacas anteriores. Si dicho comportamiento ha sido pésimo, una vaca regular podría puntuarse como buena. Si por el contrario dicho comportamiento ha sido excelente, una vaca buena podría clasificarse como regular.
Sistema estandarizado de evaluación y registro
En oposición al sistema de clasificación tradicional, el sistema estandarizado que proponemos resulta más completo en la medida en que la forma, en la que se observan y registran los comportamientos, está determinada de antemano, de manera que es más difícil que se pasen por alto aspectos relevantes a evaluar.
Además, un sistema estandarizado permite una mayor fiabilidad, en la medida en que tanto la naturaleza de la información que se busca, como en el estilo empleado para recolectar esta información, son más homogéneos. Adicionalmente, dicha información, resulta operativa, en la medida en que es cuantificable; fácil de informatizar y susceptible de someter a cálculos numéricos y estadísticos. Puede permitir al ganadero crear un Sistema de Información para la Ganadería (S.I.G.) que le puede hacer desarrollar modelos estadísticos para definir fenómenos complejos como la bravura, o la falta de fuerzas en los animales. Y a corto plazo con dicha información puede construir un sistema de indicadores estadísticos sencillos que permitan evidenciar la evolución de la ganadería en el tiempo.
A este respecto, una disciplina que utiliza de manera sistemática la evaluación estandarizada de variables no tangibles, es la Psicología. La Psicología, como ciencia del comportamiento, tiene una historia larga y fructífera en el ámbito del comportamiento animal (Boakes, 1989), y cierta tradición en su relación con el mundo de los toros (Claramunt, 1984; Cossío, 1984). Por otra parte, la Psicometría, una rama de la Psicología, tiene por objeto de estudio precisamente la medición de variables intangibles. A este respecto, por ejemplo, la inteligencia o la depresión son dos conductos que no son tangibles como pueden ser el peso o la altura. No obstante podemos medir y cuantificar la inteligencia y la depresión mediante los tests, que son instrumentos de evaluación científicos, cuya construcción sigue unas normas estrictas y unos requisitos de calidad como son la fiabilidad y la validez.
La fiabilidad nos indica el grado en que los resultados de un test son reproducibles. Un estudio sobre la fiabilidad de un test debe incluir al menos un análisis del nivel de acuerdo obtenido al ser evaluada la misma muestra en las mismas condiciones por dos evaluadores distintos (fiabilidad inter-evaluadores). La estabilidad de la prueba se obtiene al ser evaluada la misma muestra por el mismo evaluador en dos situaciones diferentes (fiabilidad «test-retest»).
La validez indica qué proporción de la información recogida es relevante a la cuestión formulada y se define por el grado en que el instrumento mide aquello que realmente pretende medir. La validez predictiva de observación se refiere a la probabilidad de la escala de dar un juicio sobre el fenómeno observado y se puede conocer mediante el teorema de Bayes (Baldessarini y Cols., 1988; Salvador y Cols., 2000).
Pues bien, si es posible medir y cuantificar mediante instrumentos sofisticados variables tan complejas como la inteligencia y la depresión en seres humanos, existiendo un área científica que se dedica a estas mediciones, ¿por qué no utilizar este conocimiento para evaluar otro conducto intangible como es la bravura del toro de lidia?.
Nota
Las fotografías que aparecen en este artículo pertenecen al archivo de la ganadería de D. Manuel Pío García Fernández – Palacios.
Referencias bibliográficas
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por
Rodrigo García González-Gordon: Doctor en Psicología y Ganadero; José Almenara Barrios: Profesor Titular de Bioestadística. Universidad de Cádiz; Jesús Valdés Merello: Inspector Técnico Veterinario de la UCTL; Jose Ignacio Navarro Guzmán: Catedrático de Psicología. Universidad de Cádiz; Luis Salvador Carulla: Profesor Titular de Psiquiatría. Universidad de Cádiz; Rafael Fernández Rivero. Cardiólogo. Hosp. Univ. Puerta del Mar. Cádiz. [01/09/2002]